La conquista de Granada

 

Visita a Granada

“Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”. La frase es del escritor estadounidense Samuel Langhorne Clemens, más conocido por el seudónimo de Mark Twain. La hice mía en el momento que por fin decidí desempolvar la mochila y emular a Labordeta peregrinando por ciudades y rincones de España cargados de historia, tradiciones,  encanto y buena gastronomía; un sueño tantas veces pospuesto por miedo a los inconvenientes de viajar a bordo de una silla de ruedas.

Antes de hacer la maleta, me enfrento a dos retos nada desdeñables. Primero, encontrar destinos accesibles. No pienso solo en el hotel y el cuarto de baño, quiero salir del recinto y disfrutar de paisajes, monumentos, museos, tascas y restaurantes a los que acceder sin sorpresas desagradables que arruinen la escapada.

Me gusta viajar a contracorriente, fuera de las fechas habituales de vacaciones, puentes y festivos. No es una cuestión de esnobismo, más bien de tranquilidad y pavor a las masas. Y ahí me topo con la segunda dificultad, que no es otra que encontrar compañeros de ruta capaces de hacer el petate esquivando la tiranía del calendario.

A primeros de año, compartiendo espera para la revisión anual en el Hospital de Parapléjicos de Toledo, entablé conversación con Miguel, un paciente llegado de Salamanca. Un hombre de unos sesenta años y casi cuatro décadas de lesión. Una mañana entre ecografías, cistografías, análisis y rayos X dan para buenos ratos de charla. Ya no preguntas qué te pasó, vamos a lo práctico. Cuáles son las mejores sondas, qué tipo de adaptaciones usas en el coche, el desorbitante precio de las sillas, las últimas vacaciones y cosas así…

Y fue así, precisamente, como supe de la existencia de Nieves Marín, una empresaria palentina que se lanzó al ruedo del emprendimiento con una agencia especializada en viajes adaptados y acompañamiento para personas con movilidad reducida.Miguel es cliente habitual de la agencia y me relató su última experiencia, una semana de vacaciones por la costa cántabra, desde Castro Urdiales hasta Suances.

Sólo me atreví a interrumpir su relato para preguntarle qué era eso del acompañamiento. Mi sonrisa irónica me delató de inmediato. “No te confundas”, dijo. Me explicó que Nieves planifica viajes personalizados al milímetro, según necesidades, preferencias, gustos y presupuesto. Si quieres viajar solo o en familia, pues perfecto. Además, y es aquí donde está la diferencia, ofrece la posibilidad   de contar con una persona con experiencia que te acompañe en el viaje, alguien con quien compartir momentos, vivencias y buenos ratos de conversación. “Justo lo que andaba buscando”, pensé.

Mi número apareció en la pantalla de la sala de espera y me despedí de Miguel rumbo a la consulta de urología, que no es precisamente un destino turístico apetecible. Esa misma tarde, al llegar a casa, busqué en Internet la agencia de viajes de Nieves Marín. Me sorprendió el abanico de posibilidades que se abrían ante mí. Y un mensaje claro que invitaba a probar: “Cuéntanos dónde te gustaría viajar, qué te gustaría hacer y espero que podamos hacerlo juntos”.

Visita a Granada

Viaje al reino nazarí

Y eso hice. Me puse en contacto con ella y le propuse que me organizara una escapada de un par de días a Granada. Leí hace tiempo que la Alhambra, inexpugnable desde la silla de ruedas, por fin abría sus puertas a los visitantes con movilidad reducida.

Quería ir acompañado al viaje, más por burlar a la soledadque al empedrado de las calles. Quedó claro que no estaba contratando los servicios de un asistente personal para ayudarme en el aseo o con la ropa.“Son viajes personalizados, garantizamos la accesibilidad de los hoteles, restaurantes y rutas propuestos. Y si decides ir acompañado, una buena conversación”, añadió entre risas.

Dicho y hecho. Fijamos la fecha y en 48 horas tenía en mi correo una propuesta más que atractiva para disfrutarde los encantos del antiguo Reino Nazarí. Optamos por unhotel coqueto y céntrico que Nieves había chequeado previamente. Mi habitación era espaciosa, con un baño bien adaptado y unas instalaciones comunes por las que desenvolverme con autonomía. Resuelto el alojamiento, nos lanzamos a conquistar una de las ciudades con más encanto de España.

A bordo de mi handbike, pusimos rumbo ala Santa Iglesia Metropolitana de la Encarnación, más conocida como la Catedral de Granada. La entrada al templo  renacentista es gratuita para personas con discapacidad y un acompañante. Cuenta con rampa de acceso y más de una docena de capillas que bordean la nave central, en la que se alzan dos espectaculares órganos obra Leonardo Fernández Ávila. El sepulcro de los Reyes Católicos se encuentra en la Capilla Real, adosada a la Catedral.

Visita a Granada

A la salida del templo catedralicio, la mayor dificultad fue sortear a la gitana que nos secuestró las manos para colmarnos de parabienes al módico precio de 10 euros. Dichosos por tanta buenaventura, nos adentramos en la Alcaicería, un pequeño laberinto de calles estrechas repletas de tiendas de artesanía y visitantes cargados de recuerdos. Pasajes angostos por los que deambular sin más pretensiones que dejarse atrapar por el encanto de este típico barrio de la cultura musulmana.

Nieves había hecho los deberes y me ilustró con mil anécdotas y apuntes históricos de una ciudad de ensueño. Las calles estaban engalanas para conmemorar la festividad del Corpus. El trasiego de turistas nos arrastró hasta la calle Navas, punto de encuentro obligado en la ruta del tapeo, otro de los grandes atractivos de la capital granadina.

Una sobremesa agradable marcó el paso hacia el Albaicín, el barrio árabe más antiguo de Granada. Abarca la zona situada entre la colina de la Alhambra, el cerro de San Cristóbal y el Sacromonte. El camino nos llevó a la Carrera del Darro,  uno de los paseos más bonitos de la ciudad. Su pequeño río lo cruzan dos puentes de ladrillo y cantería, Cabrera y Espinosa, que comunican con el barrio de la Churra y de la Almanzora.

El itinerario a pie continuó por el Paseo del Padre Manjón hasta llegar al inicio de la cuesta del Chapiz, de pendiente imposible para la silla de ruedas. Hicimos cumbre en el Albaicín con la ayuda de un eurotaxi. La recompensa mereció la pena.

El Mirador de San Nicolás ofrece las visitas más impresionantes de Granada. El Generalife, la torre del Palacio del Partal, el Peinador de la Reina, la Torre de Comares, los Palacios Nazaríes, la Iglesia de Santa María de la Alhambra, el Palacio de Carlos V, la Alcazaba y la Torre de la Vela. A los pies, el río Darro y el romántico Paseo de los Tristes.

Músicos, artesanos, hippies y turistas venidos de todas partes del mundo se agolpan en la pequeña plaza empedrada a la puesta de sol. Con el ocaso, la Alhambra se tiñe de anaranjado a rojizo en una imagen grabada para siempre en la retina del recuerdo.

El objetivo era disfrutar de la ciudad y sus encantos, no realizar un maratón de 48 horas. Optamos por volver al hotel deshaciendo el camino sin prisas, con parada incluida en la plaza Bib-Rambla, el lugar idóneo para cerrar la jornada con un buen chocolate con churros.

Al día siguiente me aguardaba una sorpresa importante. Nieves había conseguido un par de entradas para una visita nocturna a la Alhambra. No es fácil hacerse con semejante botín con una lista de espera de meses. No pregunté más, me dejé seducir por la idea de adentrarnos en la joya del Reino Nazarí, el conjunto monumental más visitado de España con más de tres millones de turistas al año.

Antes de iniciar el recorrido, hicimos un alto en el Parador de Turismo Granada, ubicado en el recinto de la Alhambra. Un antiguo convento construido por orden de los Reyes Católicos sobre un palacio nazarí del que aún se conservan restos como la Al Qubba y la Sala Nazarí. La terraza exterior es un bellísimo mirador sobre los jardines del Generalife.

Visita a Granada

Un guía local nos recogió en la Puerta del Vino e iniciamos el recorrido accesible. La entrada y la salida de los Palacios Nazaríes se realiza por la Puerta del Príncipe, junto al Palacio de Carlos V. Cruzar los muros de la Alhambra al ocaso es una experiencia conmovedora. Siglos de historia, leyendas y lujo se acumulan en el Patio de los Arrayanes, de la Acequia y en el famoso Patio de los Leones.

Aunque el itinerario es silla es más corto, no pasamos por alto La Torre de Comares, la mayor de la Alhambra, con 45 metros de altura. Su interior alberga el imponente Salón del Trono, el más extenso del recinto, rodeado de nueve pequeñas alcobas, una de ellas reservadas para el Sultán.

Al finalizar la visita y dejar atrás la Alhambra, es fácil imaginar las lágrimas de Boabdil el Chico, último rey nazarí de Granada, al ser expulsado por los Reyes Católicos de un reino de cuento de hadas.

La escapada llegó a su fin con la vuelta a Madrid. Nos despedimos en la estación de Chamartín, con la certezade saber que no sería el último viaje que haría de la mano de Nieves Marín. La experiencia fue más que satisfactoria por su profesionalidad, eficacia, atenciones y, por qué no decirlo, empatía. Me ayudó a desterrarabsurdos temores y a emprender nuevos viajes con la maleta cargada de ilusión.

Por: Juan Antonio Ledesma