Marta de Frutos es una de las 28 artistas pertenecientes a la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie. Hace 22 años sufrió un accidente de tráfico y una lesión medular que le impide mover brazos y piernas y que la mantuvo en el Hospital Nacional de Parapléjicos durante ocho meses. Tras el accidente, tuvo que renunciar a su trabajo, a su casa y a muchas otras cosas. Sin embargo, el apoyo familiar y de sus amigos logró que recuperara la ilusión por una vieja afición que mantuvo desde pequeña y que hoy la empuja con ganas a superarse, día a día, a través de la pintura, una compañera de viaje en la que ha encontrado su “intimidad y una válvula de escape”. El próximo 18 de octubre su obra recalará en el Hospital Nacional de Parapléjicos, un lugar del que guarda buenos recuerdos de compañeros y profesionales.
Marta, ¿qué recuerdas de tu paso por el Hospital Nacional de Parapléjicos?
Estuve allí ocho meses y al principio recuerdo la sensación de encontrarme rara. Me preguntaba ¿qué hago yo aquí? ¿Qué va a pasar? Crees que vas a salir bien y te das cuenta de que no y comienzas a ver hasta dónde llegas.
¿Cómo llegaste allí?
Tuve un accidente de tráfico con 25 años. Iba con cinco amigos en el coche y bajábamos de los lagos de Covadonga. El suelo estaba resbaladizo, porque había llovido, y chocamos contra un árbol. Una chica murió y yo quedé así, los demás salieron bien. Al principio fue muy duro porque estás como en otro mundo en el que unos están mejor y otros peor.
¿En qué consistió el tratamiento?
En Toledo hice rehabilitación, terapia ocupacional y fisioterapia. También tuve apoyo psicológico y terapias de grupo. Desde el principio me dijeron las lesiones y hasta dónde llegas. En mi caso la lesión era completa.
¿Qué pasó al salir de allí?
Tuve que empezar a rehacer mi vida. Empiezas cuando llegas a casa. Me tuve que cambiar de vivienda porque en mi casa había escaleras y no era accesibles. Te cambias sin querer, obligada por las circunstancias. Además, te encuentras con que ya no puedes ir a sitios a donde ibas y es ir adaptándose a donde puedes pero te vas haciendo.
¿De qué forma te sobrepusiste?
Bueno, me considero una persona positiva, aunque tengo mis días, pero la fuerza y el apoyo de mi familia y amigos fue fundamental. Además, al final te adaptas a todo. No tienes otra cosa. Tu familia y gente no tiene la culpa así que tienes que tirar para adelante. Luego también estuve haciendo rehabilitación en Aspaym (Asociación de Lesionados Medulares y Grandes Discapacitados) y fue cuando crearon unos talleres de pintura y me propusieron la idea de volver a pintar.
¿Desde cuándo no pintabas?
Yo empecé a pintar a los 9 años en una academia que había cerca de casa y estuve aprendiendo durante cinco, hasta los 14, que fue cuando me volqué más con el deporte, concretamente con el baloncesto.
¿Se te había pasado por la cabeza recuperar la afición?
¡No, una vez que tuve el accidente no pensaba volver a pintar! De hecho, cuando me lo propusieron en Aspaym no me hizo ni pizca de gracia eso de pintar con la boca pero mi madre me animó. Me dijo “si lo puedes hacer, bien, y si no lo dejas”.
¿Cómo recuerdas esa primera toma de contacto?
Empecé y lo recuerdo como algo desagradable. Me sentía observada, rara y extraña, también sentí cabreo, en el sentido de que me preguntaba “por qué tengo que estar pintando con la boca y por qué yo”. En ese momento, hubo un punto de inflexión. Se abrió el camino y una vez superado ese primer día, luego ya el segundo lo coges de otra gana. Seguí y me dije “¡jo, pues es que me gusta!”. Sin embargo, al principio pintas y ves que no es lo mismo a lo que pintabas.
¿Con qué técnica te encuentras más a gusto?
Con la acuarela. Es la más ligera y me cuesta menos con el cuello, aunque si te equivocas no puedes corregirla y no hay marcha atrás. Además, ahora he empezado a experimentar con otras técnicas mixtas en las que empleo la pasta de arena.
¿Encuentras barreras en la acuarela?
Sí, existen dificultades añadidas con el cuello o la vista que se resienten. En mi caso, y pese al trabajo que realizo con el fisioterapeuta, pinto de distinta manera dependiendo de hacia qué lado mueva el pincel porque tengo más movilidad en un lado del cuello que en el otro.
¿Y, más allá de las físicas, hay otros obstáculos?
Sí, claro. Cuando pintas con la boca, la gente no te valora igual. Tiene más mérito, pero se sorprenden. Por ejemplo, en una muestra en Punta Umbría la gente esperaba ver cuatro líneas y no esos resultados. En ese sentido, sorprende que esperen menos. ¡Además que le dedicas más tiempo que si lo hicieras con la mano!
¿Cuántas horas le dedicas al día?
Bastantes, yo calculo que unas cinco horas diarias y me encanta porque en es mi válvula de escape, me evado con la pintura.
¿Tienes otras aficiones?
Sí. Me gusta mucho leer y también esquiar. Este último nunca lo había hecho y ha sido una experiencia muy bonita que practiqué hace dos años. La sensación de libertad y de adrenalina es indescriptible porque, aunque el monitor iba detrás, tú sientes que vas sola. Son cosas que no me había planteado hasta que no lo he intentado y a las que me animan mis familiares y amigos y luego también que he visto gente en silla que lo ha podido hacer y he pensado ‘si ellos pueden, yo también’.
¿Qué otras experiencias te gustaría probar?
Me habría gustado montar a caballo pero me dijeron que no era muy accesible por la lesión tan alta que tengo (c4-c5).
Actualmente, eres una de las 28 personas que integran la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie, ¿qué ha supuesto esto en tu evolución como pintora?
Para mí, ha sido muy positiva. ¡Me han dado la vida! Estar becada te permite contar con un dinero mensual que tienes que invertir en una profesora y material para pintar. Es un patrocinio. En mi caso, esta profesora –que se llama Lola- viene una vez a la semana y está conmigo tres horas. Hay una diferencia notable. Antes en Aspaym iba dos días a clases pero iba una hora y éramos muchos, ahora la tengo para mí sola y eso me ha permitido evolucionar y aprender mucho.
¿Cómo fue esa noticia?
Tardaron un año en darme una respuesta. Envié unos cuadros y tras la valoración vinieron a ver cómo pintaba. ¡Fue un subidón! Ahora mismo, el mayor reconocimiento que tengo es la beca y que le guste a la gente lo que hago.
¿Cuál es la finalidad de la asociación?
El objetivo es que puedas vivir en un futuro de la pintura con un sueldo de por vida para formarte. Su lema es “vivir de nuestro trabajo no de la caridad” y, por primera vez, celebrará el próximo 5 de septiembre el Día Internacional de los Pintores con la Boca y con el Pie, así que estamos de enhorabuena.
¿Y de dónde surgió la idea de postularte?
Bueno, una amiga me sugirió la idea pero se trata de una decisión que ellos toman con mucho tiempo. Tienen que ver tu evolución y evaluar lo que haces. La beca, además, se renueva cada tres años y para ello tienes que presentar seis cuadros en enero y otros seis en agosto. El proceso es largo pero merece la pena. Los cuadros van a Suiza y pasan por un tribunal.
¿Cómo te lo planteas?
Es un reto en mi día a día y también una ilusión. Mi sueño es que llegue el día en que la gente sea capaz de reconocer mis trabajos.
¿Qué supone para ti la pintura?
Ahora mismo es mi independencia, mi intimidad, todo lo que pierdo con esta lesión lo encuentro en la pintura. Cada cuadro es empezar una aventura. Mis amigos y familiares, sobre todo mi hermano, lo saben y por eso me envían fotografías de muchos lugares que luego yo reproduzco, incluso me hacen encargos. Es otra forma de viajar a través de sus ojos y para eso me fijo en los más mínimos detalles. Tengo cuadros de Copenhague, el Taj Mahal, Huelva, Hollywood, Madrid…calculo que llevo unos cien.
¿Qué temáticas son las que más te gustan?
Las vidas marinas y Sorolla es lo que más me gusta. También disfruto trabajando con colores pastel y estudiando la claridad, me gusta mucho el verde y el azul. En cualquier caso, la pintura representa lo que
llevas dentro, refleja un estado de ánimo y son cambiantes.
¿Has expuesto tu obra?
Sí, con Aspaym he expuesto con otros pintores de forma conjunta, en centros culturales y en el Aeropuerto Adolfo Suárez. Ahora, el próximo 18 de octubre tendré ocasión de exponer en el Hospital Nacional de Parapléjicos y volver a ese lugar del que guardo buenos recuerdos. Allí hice buenos amigos y mantengo contactos pese a que el accidente me pilló en una edad mala.
¿Recomendarías la pintura a los pacientes del hospital?
¡Bueno, en realidad cualquier actividad que les guste! Les animo a que lo intenten pero si no es la pintura seguro que van a encontrar algo muy bueno que les va a ayudar.
Da la impresión de que queda mucho camino por abrir
Sí, porque parece que no entras dentro del colectivo, sino que te asocian a la discapacidad. Separan la pintura de la mano de la boca y es como una segunda división. No debería ser así y, en ese sentido, todavía queda camino por recorrer. Está claro.
¿Alguna vez se te ha ocurrido ofrecer tu trabajo sin entrar en el ‘cómo?
Me lo ha sugerido mucha gente pero al final nunca lo hago, quizás algún día
Por: Luna Muñoz